Vicente Haya
El haiku en español
Históricamente el haiku es una breve forma poética japonesa de 17 sílabas distribuidas en tres versos de 5, 7 y 5. Además debe atenerse a unas reglas referidas a la estación del año, propiciar un estado anímico en el que se recupera fugazmente un paraíso —perdido, como todos—, y en definitiva transportar a quien lo lee a un mundo que las palabras nunca alcanzan a sugerir. Quien lo compone «debe eliminarse de su poesía para que sus versos capten la esencia dinámica de la realidad… el poeta del haiku es solo un instrumento, y un instrumento no sabe a qué suena» —según escribe Vicente Haya—. Y R. H. Blyth,1 uno de los más grandes especialistas occidentales del haiku, con la autoridad que le proporciona haber traducido muy acertadamente miles de ellos con comentarios, afirma: «Es como si el universo quisiera escribirse a través del corazón de un poeta y obligara a estas 17 sílabas (las que conforman un haiku), a observar cualquier gesto o movimiento de la vida como algo transcendente… una nada inolvidablemente significativa que ha ocurrido ante nosotros». En un haiku, utilizando en un sentido alegórico y con ecos de lejanía en la misteriosa e inquietante frase de Paul Valery, quizá se deba apreciar que lo más profundo es la piel.
El que quiera completos detalles sobre el origen, desarrollo y extensión del haiku, sus relaciones con el budismo —o el sintoísmo según otros—, e incluso las diversas transcripciones de su nombre que se han utilizado —jaiku, y haikú son las alternativas más frecuentes—, puede consultar el estudio en español más completo que conozco: El haiku japonés, de Rodríguez Izquierdo.2 También recoge una abundante muestra de haikus traducidos, las distintas etapas por las que ha pasado su traducción al español, y, en fin, un panorama histórico y temático del modo en que evolucionó y cuáles fueron los autores más destacados durante sus cuatro siglos de existencia. El enfoque y la ordenación resultan modélicos. Y pone en contacto con las posibilidades para, en palabras de Octavio Paz, otro ilustre traductor de haikus: «Entender esta poesía japonesa que tiene más ver con la sutileza del alma de quien la lee que con la percepción espacio-temporal del pensamiento de occidente».
Hace muy pocos meses, y con bastante retraso, tuve conocimiento de los trabajos de Vicente Haya, mencionado un poco más arriba. Es un nipólogo o japonólogo —términos no recogidos en el DRAE— que lleva unos cuantos años publicando trabajos sobre el haiku y ha traducido del modo más acertado imaginable numerosos ejemplos de lo que para él es «esbozo del natural», que «no transforma el mundo», sino «pone en contacto con él», pues «no explica la realidad, ni la embellece, la muestra». Y Haya lo hace sin que en su caso exista un trasfondo teológico de raíz cristiana. Algo, es sabido, habitual en las versiones del japonés al español.
El alcance del logro de Vicente Haya queda claramente de manifiesto en el primer libro suyo que conocí y aún sigo releyendo. Se trata del libro "Haiku-do". El haiku como camino espiritual,3 donde a partir del análisis de las impecables traducciones de haikus de que consta, presenta una perfecta y amena visión no solo del haiku, sino de la estética japonesa en general. Cualquier traductor, y máxime los que dudan de la posibilidad de que la poesía pueda pasarse de un idioma a otro, recibirá un auténtico baño de saber por parte de alguien que convierte en accesible una forma en apariencia tan alejada de los modos y las lenguas occidentales, pues no trata de demostrar qué bien y de qué modo tan original se ha expresado algo, sino transmitir que pasó algo y dejar constancia de ello.
Hasta encontrarme con las de Haya, siempre me había parecido que las versiones de haikus a los idiomas occidentales que leo (algo menos las que se hacen al inglés), estaban cargadas de una solidez, una estabilidad que contradecía la sensación de aware —más o menos «impermanencia» — que mis limitados e imperfectos conocimientos del japonés me permitían intuir en los originales. El dominio que demuestra del idioma y del mundo japonés, incluido el cotidiano, unido a su sensibilidad poética, permiten a Haya transportar sugerencias casi imperceptibles. Y con una efectividad que no echaría en falta el lector de los originales. La traducciones que ha hecho —y me dispongo a abordar— de uno de los modernos y más inconformistas haijin (autor de haikus), Santoka Taneda, que conocía en la versión inglesa de John Stevens, prometen que uno encuentre lo que se busca en la búsqueda misma. Máxime cuando vienen prologadas por Chantal Maillard, una de mis poetas indiscutibles.4
(Advertencia final para desconfiados: Mi contacto y conocimiento, tanto de la una como del otro se limita a sus escritos).
(1) Una curiosidad: R. H. Blyth, junto a otros, fue autor del discurso que pronunció por la radio el emperador japonés anunciando que su país se rendía al final de la Segunda Guerra Mundial, y que él se declaraba «ser humano», no Dios. El texto fue sometido a la atención del general MacArthur, jefe de las fuerzas estadounidenses, y éste dispuso que se tradujera a un estilo que se correspondiese con el usado habitualmente por el emperador. volver
(2) Fundación Juan March, 1972. Reeditado varias veces, por la editorial Hiperión, Madrid. volver
(3) Editorial Kairós. Barcelona, 2007. volver
(4) El monje desnudo. 100 haikus, de Taneda Santooka. Editorial Miraguano, Madrid, 2011. volver
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-Por Mariano Antolín Rato
Fuente:
https://cvc.cervantes.es/trujaman/anteriores/diciembre_13/05122013.htm
https://www.bing.com/search?pc=CBHS&ptag=N3213D080720A9DFA1A1FF2&form=CONMHP&conlogo=CT3210127&q=imagenes+de+vicente+haya
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