viernes, 12 de septiembre de 2014
Un conejo en la lunao Tsuki no Usagi (月の兎) leyenda
Un conejo en la luna
Una de las tradiciones más comunes y conocidas del Japón es la del conejo de la luna o Tsuki no Usagi (月の兎). Según los japoneses se puede ver la figura de un conejito preparando pasta de arroz o Mochi (餅) con un mazo llamado kine (杵).
El proceso de amasar el mochi llamado mochitsuki (餅つき) coincide en pronunciación con el de la palabra Luna llena mochitsuki (望月).
La leyenda es más o menos así:
Hace mucho tiempo vivían un conejo, un zorro y un mono que creían haber sido pecadores en sus vidas pasadas. Como castigo, se habían reencarnado como animales.
Decididos a enmendar sus anteriores pecados, se reunieron un día y prometieron el uno al otro ser buenos y amarse como hermanos.
Desde el cielo, Taishakuten, una de las deidades del país de los dioses, les contemplaba con incredulidad. Pensó para sus adentros: “¡Imposible! ¡Este mundo esta lleno de rencor! Incluso los hermanos serían capaces de odiarse, robarse o aún matarse entre ellos. Los humanos ya no sienten más compasión ni remordimientos, ¿y me vas a decir que estas bestias sí?”
Para comprobar la veracidad de su fe, Taishakuten se transformó en un hombre viejo y débil y descendió al mundo de los pecadores, dónde vivían los tres animales. Se echó en un camino, haciendo ver que estaba gravemente enfermo, dolorido y cercano a la muerte. Pronto los tres animales pasaron cerca del hombre, aparentemente moribundo.
“Misericordia. Por favor, ayudad a este pobre hombre” rogó a los tres animales con una voz frágil. “Tengo un camino por recorrer delante de mí, pero me han superado el hambre y la sed. Que alguien, algo, le ofrezca por favor a este viejo hombre la salvación…”
Viendo que ésta era la ocasión perfecta para demostrar su determinación de ser buenos, el mono salió corriendo hacia el bosque y trajo de vuelta frutas y plantas; el zorro fue a un cementerio y trajo de vuelta ofrendas que habían dejado a los muertos: pasteles de arroz, pescado, bebidas y otras cosas.
Como el conejo era pequeño y débil, tenía que mantenerse alejado de los cazadores y los niños traviesos que se divierten abusando de los animales miedosos. Por eso no pudo encontrar nada para salvar al hombre moribundo. Lleno de vergüenza, se dirigió al hombre viejo: “Lo siento pero aún no he podido encontrar nada; voy a ir a buscar a otro sitio. Por favor, haced un fuego pequeño y esperad a que vuelva”, les pidió.
De pie al lado del viejo, orgullosos, el zorro y el mono se estaban impacientando. “El conejo no ha traído nada, ¿y ahora nos pide que hagamos un fuego y esperemos a que vuelva? ¡Qué inútil!” se quejaron el zorro y el mono, disgustados.
Poco después volvió el conejo, aún sin nada. Se quedó mirando el fuego y saltó en sus llamas, convirtiéndose en comida para el viejo. Taishakuten quedó muy impresionado y conmovido por este acto de entrega tan sacrificado y proclamó que el conejo debería ser subido a la luna, para que los humanos recordaran para siempre al conejo y su acto heroico y desinteresado.
Fuente:
https://www.facebook.com/felix.arcearaiz?fref=ts
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