fue realizado en 1690.
: en este mismo orden alternaron sus versos.
(Vol. I).
aclara algunos pasajes que resultan confusos, también la oscuridad puede ser disfrutada: todo está en que seamos capaces de inventarnos historias para hilvanar las secuencias o, todavía mejor, asumir el deleite de sus incertidumbres.
Primera lluvia invernal (1)
Disfrutemos estas glosas a propósito de renku-kasen Hatsushigure –Primera lluvia invernal-. Las escribió R.H. Blyth, el más eminente estudioso del haiku en Occidente quien, a propósito de esta obra, dijo:
Creo que muy pocos le hallarán ni pies de cabeza a este enrevesado poema; es mucho peor que los libros proféticos de Blake. Sin embargo, debe ser recordado que cuatro seres vivientes se sentaron una vez para componer este poema, y que uno de ellos, el más grande poeta que ha producido Japón, estaba en su plena madurez. Vale la pena intentar vislumbrar lo que ocurría en sus mentes cuando hicieron esta sucesión de estrofas. Es como un rollo pintado que se despliega, lentamente, ante nosotros. No se presume que lo veamos completo sino en nuestra mente, como un registro cambiante de escenarios y estados de ánimo. Cada estrofa se relaciona con la precedente y la que le sigue, pero no con aquellas que están más alejadas. Vayamos, estrofa por estrofa, explicando las oscuridades y resaltando la asociación de ideas.
El énfasis recae en las plumas más que en el ave, que las ordena ya que están húmedas por la lluvia.
Este verso llena el escenario tras el milano, el cual es bien nítido. En este sentido, el verso precede al hokku en tiempo.
Hemos visto un bosque, y en una de sus ramas desnudas un solitario milano se ha posado bajo la lluvia. Ahora se dibuja la silueta de un hombre en el cuadro. Al lugareño se le ve vadeando el río, indiferente a que se le humedezcan los calzones en tan temprana hora de la mañana. Gramaticalmente, este verso es incompleto y nos conduce a un cambio de asunto, o a un nuevo aspecto del que le precedió.
El agua helada del río chorrea a través de la página.
A menudo, se colgaba un arco cerca de los bosquecillos, al borde de los cultivos, para espantar a los tejones, ciervos y osos salvajes. Este arco era una especie de espantapájaros (por supuesto, una superstición producto de la mente de los campesinos). El arco está colgado cerca del río que el humilde campesino está cruzando.
El mairado es un tipo de puerta con numerosas piezas pequeñas de madera entrecruzadas, clavadas sobre tablones. Al final del campo donde el arco espanta-tejones está colgado, hay una mansión. La hiedra se arrastra en torno al portón, y la luna se inclina sobre él. Algunos piensan que se trata de la entrada de un templo en la montaña.
Este verso parece una referencia a un pasaje de Tsurezuregusa, Sección II, de Kenkó (1283-1350).
En esa obra, el autor cuenta su llegada a una solitaria y silenciosa ermita que le pareció admirable hasta que vio una cerca alzada en torno a los naranjos, palpable evidencia de que quien allí vivía aún albergaba egoísmo y codicia en su corazón.
Primera lluvia invernal (2)
Retrato de la vida de un ermitaño que pinta lo que le gusta, como le gusta.
El no dar las peras es evidentemente debido a que vive lejos de la humanidad, y el significado es, por consiguiente, diferente al de la anécdota en el Tsurezuregusa.
Simboliza la tranquila autosuficiencia de la vida en pobreza, la que sin embargo no resulta muelle.
Este verso es algo Wordsworthiano en su sencillez y llaneza. Casi no es poesía, casi lo es. Tabi son los calcetines japoneses, con el dedo gordo dividido.
Este verso no nos conduce a parte alguna ni desarrolla el pensamiento del No. 8. Hace rodar la aparente falta de poesía del verso precedente en la vaguedad y la abstracción, los archienemigos de la poesía.
Se dice que era una práctica de las Sectas Tendai y Shingon ascender montañas y desarrollar ritos en las cimas. Cuando llegaba el mediodía, sonaban un caracol y los devotos descendían de la montaña.
La conexión con el verso previo estriba en que la ascensión se hacía en silencio. Este verso de Basho está diestramente añadido al No. 9, que parecía haber llegado a un camino sin salida. Como leímos antes, se puede ver fácilmente la diferencia de calibre poético de los cuatro participantes.
Está relacionado con la aldea del último verso, en conexión con el mediodía, cuando los moradores toman una siesta. También sugiere itinerarios por pobres posadas, y conduce al verso 14.
Hay un estanque al lado de la posada, o del templo, o de la pobre casa campesina, y en sus aguas, súbitamente, caen los pétalos de las flores de loto.
llenas con sopa de algas.
En el pequeño pabellón junto al estanque de los lotos, los huéspedes alaban el sabor de la sopa de algas. Basho otra vez devuelve al poema a la vida cotidiana.
Es decir, el sol está alto en los cielos, y debemos irnos, hay un largo trecho por delante.
Rodo, también conocido como Gyokusen, fue un poeta de la Dinastía Tang. Fue además Maestro de Té y escribió un libro llamado El Sutra del Té. Su sirviente es mencionado aquí como ejemplo de fidelidad. No va a su casa el día de asueto, sino que se mantiene trabajando. La conexión con la travesía del No. 14 es bastante leve.
La conexión con el verso previo: el sirviente en su trabajo, la vida continúa deslizándose en lo plantado. También, el diligente sirviente del poeta sale a la noche de luna para ver las cosas vivientes. El sirviente del poeta puede ser tan poético como su amo.
No. 17
Primavera
Junto a la artesa
de piedra ya musgosa,
cerezo en flor.
El esqueje ha florecido. La luna, brumosa, brilla en el agua de la vetusta artesa de piedra que se utiliza para lavarse las manos en el exterior de la galería.
Al mirar las flores del cerezo, la mente automáticamente se sosiega, no tanto por su belleza, sino porque esa belleza surge inconscientemente, sin propósito, siendo lo que es, sin disimulo o egoísmo.
Primera lluvia invernal (3)(?)
Primera lluvia invernal (4)
No. 31
Otoño
La puerta rústica:
al alforfón robado
dedica un waka.
Este poeta puede transformar todos sus problemas en poesía, viviendo en la ladera del Monte Hira a orillas del lago Biwa.
Este es un waka de Chokei Sozu, compuesto al ver los bultos de trigo que su vecino le había robado:
El ladrón
Debió estar ataviado con un largo hakama
(Guardó el trigo en ambos lados-
Agarró los montones de trigo)
Y se escapó.
El fragmento entre paréntesis muestra un juego de palabras con soba wo torite. Hakama es una especie de falda-pantalón.
No. 32
Invierno
Vestido de algodón
en la tarde ventosa.
El poeta, que a través de la poesía se sensibiliza con la pérdida de los montones de trigo, también es sensible al frío, y se pone calientes ropas de invierno más temprano que los demás.
No. 33
No estacional
Duerme con otros,
y luego deja atrás
el hospedaje.
Bashô describe, tras sus muchos años de experiencia, la vida miserable de un itinerante maestro de poesía en el Antiguo Japón.
No. 34
No estacional
El cielo está rojo aún:
vaharadas de los fuelles.
Esta luz roja de una fragua es lo que ve el viajero cuando se levanta temprano en la mañana después de pasar una incómoda noche en el alojamiento. Algunos piensan que “tatara” no se refiere a los fuelles sino a algún lugar, al norte de Fukuoka. Puede ser mejor tomarlo meramente como un adjetivo ornamental, otra manera de decir “el cielo ardiendo”.
No. 35
Primavera
En el taller,
monturas de caballo.
Cerezo en flor.
Continúa con lo que ve el viajero en los suburbios de un pueblo: un taller artesanal donde se fabrican monturas.
No. 36
Primavera
Entre las hojas mustias
del níspero, los brotes.
Esto ocurre también en el jardín del fabricante de arneses.
El poema concluye en primavera, con un detalle de dicha estación.
Si releemos una vez más el renku sin los comentarios, descubriremos que permanece casi tan oscuro como antes.
Esto se debe, parcialmente, a la inherente dificultad de este tipo de literatura, a nuestra falta de entrenamiento y a que leemos con demasiada rapidez.
En todo caso, estamos en presencia de un tipo de poesía colectiva en la que podemos ver cómo asumían la vida y la poesía cuatro antiguos poetas japoneses.
Una parte de su valor radica precisamente en aquello que no podemos asir, en lo subyacente, en la interpenetración de las escenas y del hombre y la naturaleza.
Fue esta la visión que nos aportaron Basho, Buson e Issa.
No sólo es el origen histórico del haiku, sino que influyó decisivamente en el haiku que escribieron ellos y los otros poetas que siguieron sus pasos.
Cada haiku nos trasmite cierto tipo de fluctuación, que no es lo mismo que vaguedad.
Esta fluctuación lo hace menos estático, menos limitado.
Vemos las cosas en sus múltiples relaciones y, al mismo tiempo, las vemos como objetos únicos.
Fuente:
R.H Blyth: Haiku. Vol. 1. Hokuseido Press. Tokyo, 1947